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Nii beñtsyey Naybaa Este es uno de los relatos que desde hace casi cien años alimenta la fe de los creyentes católicos en Naybaa (Nuestra Madre Celestial), la virgen de Santa Catarina Mártir y que llevó a los quioquitecos de algunas generaciones atrás a incorporar en el nombre oficial del municipio, el de esta imagen. La narración que a continuación se ofrece, contiene las partes principales de una leyenda que con diferentes matices se ha contado desde hace muchos años y por diversas personas originarias de la localidad y de la región. A más de un habitante de la Sierra Sur de Oaxaca, de los pueblos próximos a Quioquitani, le resultará familiar este relato tan fantástico que tuvo la fuerza suficiente para constreñir a los quioquitecos del siglo XX a llamar a su personaje central con gran reverencia «La Santa Patrona del Pueblo».
Antecedentes. Santa Catarina Mártir no es reconocida por el santoral católico. De acuerdo a los sitios www.es.catholic.net, www.santopedia.com, www.santoral.com.es, y www.santos-catolicos.com no existe ninguna santa con ese nombre. En www.es.wikipedia.org, muchas ciudades y poblaciones contienen las palabras «Santa Catarina», gran parte de ellas se encuentra en México, pero no existe un artículo acerca de Santa Catarina o Santa Catarina Mártir y el único que existía fue eliminada por su autor debido, según dice a un plagio (http://es.wikipedia.org/wiki/Catarina_de_Alejandr%C3%ADa). En los sitios mencionados sólo se reconoce a Santa Catalina de Alejandría, virgen y mártir, que de hecho se celebra el mismo día en que se festeja en Quioquitani a Santa Catarina: el 25 de noviembre. No obstante, incluso la existencia real de este personaje, Santa Catalina de Alejandría, es cuestionado entre los mismos católicos y se considera que es un producto de la imaginación benidictina. No es de sorprender entonces que la historia de Santa Catarina Mártir sea tan oscura y su origen tan difícil de rastrear, si la imagen de donde probablemente se extrajo lo es también. Aún así, para 1919 cuando el templo católico en la agencia municipal de Quioquitani se estaba terminando, Santa Catarina ya había sido adquirida 25 años atrás por el agente municipal Juan Herrera por $250.00 y de alguna forma ya era venerada en el día de Santa Catalina, sin que necesariamente esto fuera una fiesta del pueblo. Lo que nos dice este dato es que a finales del sigo XIX, la imagen ya era conocida en la ciudad de Oaxaca y sus alrededores. Por otra parte, en los albores de los años veinte se iba agudizando el conflicto agrario que desde años atrás se tenía con los algunos pueblos vecinos especialmente con San Pedro Mixtepec. Se dice en el libro de la historia de Quioquitani que: «El pueblo fue robado por gente que se ignora quienes sean», y que probablemente se relacione con estos asuntos. El conflicto aún continúa aunque ahora es a través de medios e instrumentos jurídicos.
Emboscada y muerte durante una delimitación de rutina En este contexto, en la víspera de la celebración a los muertos de 1922, como cada año un grupo de habitantes, hombres todos de Quioquitani se trasladó al extremo sur del territorio, precisamente en la zona en conflicto con San Pedro Mixtepec, a realizar la limpieza y delimitación del lindero tradicional. Éste era reconocido por los quioquitecos desde gran parte del río, a lo cuál no se había opuesto San Pedro hasta poco tiempo atrás cuando decidieron adentrarse en territorio nktañ, varios kilómetros para colocar su demarcación en el cerro conocido como tanisibe y kikwily, lo cuál había desatado las tensiones entre ambas poblaciones. Los hombres de Quioquitani se encontraban trabajando en el lindero cuando tres de ellos fueron alcanzados por los balazos de unos asesinos que los venadeaban a lo lejos, sorprendidos y desarmados los demás se ocultaron y más tarde llevaron los cuerpos sin vida de sus paisanos al pueblo. Se supo que era gente de San Pedro Mixtepec la que habían realizado el ataque y matado a los tres quioquitecos, el mensaje en palabras y en asesinados era claro: Quioquitani tenía que retroceder y acatar la decisión que habían tomado los sanpedrinos sobre los linderos nuevos.
El sitio y la visión que aterrorizó a los invasores La gente de Quioquitani, hasta ese momento había sido pacífica. Aún llevaba en su interior las reminiscencias de los antiguos zapotecas sobre la actitud hacia la vida, sólo se mataba a un animal o a una persona si era absolutamente necesario. No estaban preparados para algo así. Unos matones, a nombre de todo un pueblo los habían amagado y demostraban que estaban dispuestos a invadir la población y apoderarse, no sólo del territorio sino de la libertad y voluntad misma de los meñktañ, y para ello estaban dispuestos a masacrar a quien fuese. Ante la inminente invasión sanpedrina en los primeros días de noviembre, la estrategia de Quioquitani debido a la falta de entrenamiento, armas suficientes y valor para asesinar, fue la supervivencia. Se notificó al gobierno del Estado a través de los representantes en San Carlos Yautepec, prometieron que enviarían al ejército pero que tardarían en llegar, las mujeres y niños muy pequeños fueron enviados a refugios que las protegerían. De esta forma se garantizaba la continuidad de la existencia de los quioquitecos en caso de un posible exterminio como lo habían anunciado los vecinos. Una vez enviadas las mujeres a los refugios con sus enseres elementales, los varones y niños en pie de lucha (se dice que a partir de 10 u 11 años), se atrincheraron en puntos estratégicos de la población y en los pasos clave como el llamado letsy xchoonis y tañ yux, (llano de mazorcas y campo de arena). Se dice que las dos canaletas talladas sobre la roca en tañ yux, se realizaron precisamente para colocar los cañones de los máusers de los valientes que custodiaron la entrada sur a Quioquitani como primera defensa. Sin embargo, sin entrenamiento y con escasas armas era claramente imposible enfrentar a todo un ejército de personas fuertemente armadas. En el libro de historia de la población se mencionan a casi doscientos hombres que «rozaron» en un lugar llamado quigolate por cinco días. Entre el seis y el diez de noviembre Quioquitani estuvo sitiada y el ejército nunca llegó (no sería la primera vez que esto pasa). Con el paso de los días, la tensión entre nuestros paisanos se convirtió en temor, que luego dio paso al horror y posteriormente a la curiosidad. Había rumores de que ya venían, que estaban cerca, que en cualquier momento estarían «encima de nosotros», «ya están cerca», decían, «al rato llegan, en la noche, al amanecer, cuando estemos cansados». Pero la invasión no se llevó a cabo. ¿Por qué? Los días que siguieron al sitio se supo que los invasores sí se acercaron al pueblo de Quioquitani. Que el grupo que más se acercó sin que nada lo detuviera, pudo llegar cerca de la defensa del sureste en letsy xchoonis. Pero poco antes de estar a la mira de la temerosa defensa quioquiteca a quienes estaban dispuestos adejar sin vida en el camino, los invasores alzaron los ojos y en el panteón de Quioquitani vieron a un ejército innumerable que literalmente forraba por completo el camposanto. cada feroz guerrero se veía fuertemente armado y apertrechado, sus rostros infudían temor, estaban dispuestos a todo. En medio del gran ejército un caballo blanco reluciente era montado por su general o comandante. Una mujer bella de aspecto angelical con una espada desenvainada, que gritaba órdenes de formación, marcha y ataque para defender valientemente a Quioquitani. Eran muchas personas, insuperables en número para los sanpedrinos. «parece que consiguieron apoyo de Quierí, San Juan, San Andrés y otros pueblos», se decían unos a otros, «Y esa mujer ¿quién será?» «No sé, pero seguro no le podremos ganar». El temor fue tal que regresaron despavoridos, dieron aviso a los demás grupos de invasores que Quioquitani no se rendiría tan fácil y que los demás pueblos estaban con ellos y tal vez el ejército también se les había unido. Y así, mientras los temerosos quioquitecos esperaban su inevitable muerte a manos de la gente de San Pedro, estos volvían a su pueblo invirtiéndo los papeles y montando ellos una defensa alrededor de su localidad.
La reacción Más tarde, ni la historia ni la leyenda dicen cuándo, al sabe de este hecho los quioquitecos ensalzaron a la cúspide de sus corazones a Santa Catarina Mártir, su Santa Patrona que los había defendido de una muerte segura. Tomaron valor, se entrenaron se hicieron de más armas y los hombres y niños que una vez se daban por muertos ahora formaban varios grupos de asalto, invadían San Pedro Mixtepec, tomaban desprevenidos a sus habitanates y liquidaban a cuanto sanpedrino se encontraban en su camino. La gente de San Pedro no tuvo tiempo de defenderse adecuadamente ante los feroces gurreros del camposanto que encarnaban en los vengativos quioquitecos que los hicieron huir del pueblo. Se dice que el valor que que inspiraba a los atacantes de Quioquitani era tal que casi «acaban con el pueblo». Caro pagaron los sanpedrinos el haber asesinado a tres pacíficos hombres que sólo buscaban preservar su herencia territorial. Se dice que a varios kilómetros de San Pedro muy adentro en el bosque existe aún ruinas y una pequeña comunidad que aún habita «el rancho», son evidencia de que los sobrevivientes de San Pedro que se internaron en el bosque se instalaron en un lugar en que paradójicamente conservarían su linaje si el resto del pueblo era exterminado. Se dice también que durante este asalto, uno de los niños guerreros vio morir a su padre a manos de los defensores de San Pedro. Viendo esto, el niño, que para muchos es considerado un héroe, tomó el máuser de su padre y liquidó a tres hombres del bando contrario.
Como dijimos es una leyenda y dependiendo de quién se lo cuente tendrá ligeros tintes y matices diferentes. Pero aquí se esbozan los contenidos esenciales de una de las narraciones que hasta hoy sólo se transmitía verbalmente y fomentaba la veneración a Santa Catarina Mártir por «el milagro de habernos salvado de la masacre». El 25 de noviembre de este año se celebra una vez más su día y bien vale la pena recordar y analizar este relato que indiscutiblemente marcó la vida de todo un pueblo en el siglo XX. |
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